Día de mentar madres.
- Abram Sinhache
- 9 may 2016
- 4 Min. de lectura
Madre:
Empiezo estas líneas sin saber cómo empezarlas.
Dice Jaime Sabines: todos los días te amo y te odio irremediablemente. Sabe que no soy de clichés. En el afán de ofrecer-me siempre algo diferente y único, en esta carta no verá cursilerías que se ofrecen para este día.
Siempre he cuestionado el nivel de autoridad que tiene sobre mí, lo cual desgastó nuestra relación en mi adolescencia, desgaste que se ha venido arrastrando en ocasiones ahora en mi adultez. Ahora, ya medianamente lograda mi independencia me sigo preguntando ¿Por qué le hablo de “usted”? ¿Por qué no la puedo tutear? ¿Es cuestión de respeto o miedo? Mi rebeldía a su autoridad nunca ha estado bien fundamentada: algunas veces por cuestiones de orgullo, algunas por cuestiones de demostrarme en tener la razón… poco a poco me he librado de miedos, tabúes, etiquetas, me he librado de la obligación de tener la razón, quizá a partir de ese momento fue que empecé a considerarla más como una compañera que una persona ajena a mi vida.
Mientras escribo estas líneas vienen a mi memoria dos escenas dolorosas y desgastantes para nosotros:
En fábricas de Francia: mientras escogía unos zapatos para usted, yo (tenía 5-6 años) hice berrinche para ya irnos, su reacción: obviamente molesta nos fuimos, posteriormente ese hecho me generó culpa por no darle la oportunidad de comprar sus zapatos, lamento eso, no sabía que quería exactamente, quizá estaba cansado / fastidiado, ahora que lo pienso ¿de qué carajos puede estar cansado/fastidiado un niño? Quizá sólo sea un argumento para librar mi culpa por no haberse comprado sus zapatitos, quizá fue mi coraje al no saber pedir con la madurez que exigen los adultos “madre, me siento muy asfixiado entre tanta gente y me encuentro algo cansado, quisiera dormir ¿podemos irnos?” en fin, lamento esa escena.
En secundaria me perforé la lengua: usted en el afán de conducirme ordenó me quitara el piercing, comentó que respetara mi cuerpo, que él no me pertenece, y yo con mi estúpida arrogancia y aires de grandeza desafiando su autoridad respondí “no me lo voy a quitar, no se lo voy a entregar” me salí de casa y no reparé en el daño que había causado. Lamento también eso, era un idiota… ahora soy menos.
Definitivamente desafié (y a la fecha lo sigo haciendo) muchas veces su autoridad sin reparar nunca en el daño que estaba provocándonos.
Madre, nadie la educo para educarme, hace el mejor esfuerzo, siempre menciono eso en mis “consultas”:
“Nadie nos enseña a ser papás, se puede más o menos intuir que es lo mejor para nuestros hijos, en función a veces de nuestras carencias que como personas, hijos y padres tenemos… pero en educación familiar: La única y pobre referencia objetiva que tenemos es la educación que nosotros como papás recibimos de nuestros propios padres, sin consultar otros escenarios familiares, por eso está la tendencia a repetir conductas, por eso las generaciones tardan años en cambiar…”
Y muy a pesar del amor apache que hoy nos tenemos: los conflictos, la carrilla, los silencios, las diferencias, me pesa pensar ¿Qué nos pasa en ocasiones? ¿Por qué a veces no nos entendemos? Como si hablaramos de un norte y un sur, como si fuéramos de continentes diferentes defendiendo un territorio que compartimos y que queremos descubrir. En fin, eso para mí sigue siendo un misterio, no porque obedezca a una cuestión de secrecía, o me dé pena exponerlo en estas líneas, más bien porque es inexplicable.
Si bien usted no influyó plenamente como figura de autoridad en mí, otras personas influyeron para decirme que es lo que está bien o mal, nunca me agradó la idea ponerle etiquetas a las cosas buenas o malas, correcto o incorrecto, pero haciendo uso de la empatía, entiendo que ese sea un lenguaje con el que tal vez usted se identifica, así que, muy a pesar de que mi conducta no fue “buena” ante sus ojos, debo confesar que la mayoría de las veces mi conducta reprensible fue para buscar su aprobación, su aceptación, muy a pesar de que siempre cuestionaba tu autoridad. Hoy no me da pena escribirlo, lo descubrí gracias a las consultas que brindo y me brindaron en su momento.
Madre, más allá de darte abrigo o pesar con mis palabras aquí expuestas, quiero que estés tranquila, si bien fuiste una ambivalencia en mí (siempre buscando tu aprobación, pero desafiando tu autoridad) siempre busqué otras maneras de formarme como persona humana, tengo muy buenas bases: Cortázar, Schopenhawer, Rulfo, Puzo, Jake y Finn, maestros y amigos de maestría, escritores, artistas… en fin, desechando y tomando lo que creo es conveniente para mí.
Este día estará lleno de clichés que me parecen absurdos: “Madre sólo hay una”… “Es una bendición ser mamá”, te regalarán flores y paletas, irás a varios desayunos y te felicitarán por ser mamá. Así que hoy más que felicitarte, me felicito porque a través de estas líneas hago las pases contigo; hoy ya no busco tu aprobación, busco mi libertad para tu libertad, mi tranquilidad para tu tranquilidad, mi felicidad para tu felicidad, mi estabilidad para tu estabilidad, creo que ese es el mayor acto de amor que te puedo brindar. Me siento pleno, y sigo construyendo mi camino a la realización como persona humana.
La única cosa que me lamento de haberme convertido en adulto es que ya no te puedo invitar a los festivales de la escuela.
Te quiero.

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