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Cursi de closet (Cuando el hombre menstrua)

  • Abram Sinhache
  • 11 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

Últimamente he tenido los sentimientos a flor de piel, gracias a Rulfo y sus Cartas a Clara me ha gustado sentirme así, pero a veces ocupo concentrarme en situaciones que merecen más atención que mis sentimientos, por ejemplo ahora, en este instante, me siento embriagado por tanta emoción y ocupo concentrarme en este texto, mis emociones, ya encontraré el momento para disfrutarlas, todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: tiempo para lanzar piedras, tiempo para recogerlas, tiempo para sembrar, tiempo para cosechar, tiempo para destruir, tiempo para construir (Eclesiastés 3)… así que estos días me he dedicado a algo que no había hecho hace mucho tiempo, disfrutar este coctel de emociones.


Estar así me pone en una posición tan… ¿sensible? trabajo con los ojos cristalinos, la piel eriza, y una mueca como si todo me pareciera extraño, al redescubrir con otra mirada cada situación; no tengo nada en contra de estar así, he procurado disfrutar cada emoción, no me dejo llevar ni tomo decisiones permanentes, sólo las tengo presentes, sé exactamente que emoción tengo en este instante como también sé que es temporal. Desde hace tiempo deje de ser “moralino” con los sentimientos, ya sabes, etiquetas de bueno o malo, simplemente son. Algunas personas se refugian cuando están tristes por temor a exponerse vulnerables, no me siento triste ni estoy vulnerable… sólo estoy sensible, eso no me pone en una condición inferior a la tuya, sólo diferente, sé que tengo el control sobre mis emociones y estar en esta condición no me incapacita para reír hasta los mocos, para disfrutar el momento, para preparar mi comida, para lavar mi ropa, para ser Godínez para ser profesional en mi trabajo, para ser puntual…


Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo, también hay lugares y personas, he decidido dar derecho de exclusividad de mi transparencia y sensibilidad a algunas (pocas en realidad) personas, disfruto de sus brazos y abrazos; hay ocasiones en las que nos rompemos en cada abrazo para juntarnos pedacito por pedacito, algunas veces nos guardamos en la cartera del otro como para reciclarnos y juntar los pedacitos que más nos convengan: las manos, los labios, las piernas, el rostro, el cabello, todo se convierte en un cíclico reciclaje según el sentimiento del instante… así nos entreplumamos: imagine a dos pajaritos entreplumándose, rodeando el cuerpo del otro con las alas, compartiendo sus colores tan vivos, a qué se debe el encanto que guardan al compartir-se, tan cómodos en su nido, cobijados por la sombra del árbol una mañana de primavera, con sus pio-pio y los ojos tan claros… pura cosa bonita, diría el Piporro.


 
 
 

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