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La poesía como viaje a la in-realidad o, Eyaculando poesía o, Todo es posible: Una hormiga pariendo

  • Abram Sinhache
  • 29 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

La poesía como viaje a la in-realidad o,

Eyaculando poesía o,

Todo es posible:

Una hormiga pariendo un elefante.


La poesía no sabe de comprensión lectora. La poesía es un objeto, un ente muerto, que renace cuando se le da voz, como el “soplo primigenio” ese soplo es el soplo de que da vida, el soplo del origen divino, hasta ahí es cuando se convierte en un ente sensible que respira a través de la mirada o la voz del lector; en este sentido, todo lo que provoque algo en los sentidos se convierte automáticamente en poesía, desde el frío helado en el desierto de Sonora hasta la calidez del calentador eléctrico que encienden al máximo en la oficina. Gracias a esto incongruentemente he sido más consciente y sensible de mi entorno, sin querer y sin buscar he logrado comprender por qué estoy vivo, qué es mi cuerpo y qué debo hacer para cooperar con ese “algo” a nivel atómico que está en todos lados sin ser material. Me gusta encontrar a Dios en cada joya interna de las personas, ahí, justamente donde no hay ruidos, donde no hay números, no hay datos, ni ecos, ni voces, ni centinelas.


¿Hay que tener miedo a la poesía? Claro. En ocasiones se puede llegar a encapsular y ensimismar tanto en uno mismo que se consigue contemplar el alma, sin más: sin definición sexual, sin edad, sin nacionalidad, sin nombre, sin rostro… dispuesta a transformarse en el sentir: un millón de millones de millares de células, obedeciendo la voluntad del espectador, éste a su vez, obedece la voluntad de algo o alguien, así, todo está conectado.


Hasta no ver la diferencia entre la poesía y la vida misma, hasta no ver la diferencia entre desnudar el cuerpo y desnudar el alma, es ahí donde quiero estar, desnudo de cuerpo, desnudo de alma… en plena poesía.


Alexis Díaz - Puerto Rico.


 
 
 

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