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Reflexiones de terapia intensiva

  • Abram Sinhache
  • 15 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

“Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo…”

Instrucciones para dar cuerda a un reloj – Julio Cortázar



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Antes de visitarlo siempre supe que estaba loco, pero ahora sería diferente, estar en terapia intensiva, imagino, habría abierto una caja de pandora en su mente, después, cuando al fin pude verlo, mi hipótesis se convirtió en verdad, estaba realmente loco, mi padre, como cualquier adicto al trabajo, tiene escasos momentos de paz y quietud en su vida, así que sí estar encallado en un cuarto era de por sí un martirio, para colmo, en el muro a los pies de su cama colgaba un reloj, al principio pensé en pedir que lo quitaran, pero, pesándolo bien, sería más tortuoso para él no saber cuánto tiempo habría transcurrido en su estadía. Me gusta encontrar cosas increíbles en cosas absurdas, como ese detalle (del reloj y su posición), era como si los astros en una alineación “x” le advirtieran del valor original del tiempo, imagino que para él guardaba un misterio casi inmaculado. Sabrá dios que tantos eventos pasaron por su cabeza, con la mirada concentrada en el marco de madera, los remates en dorado, el fondo blanco, las manecillas, el segundero, el tres, los puntos que figuran el cuatro y cinco, algo comentó al respecto.


“Es muy raro aquí hijo… vienen ustedes y el reloj avanza muy rápido, no están y es cómo si se detuviera


El encuentro de la muerte con mi padre fue atractivo (para mi), me parece soberbio que haya sobrevivido para contarlo, conozco pocas personas que se han encontrado con la muerte, y más allá de eso, que hayan sobrevivido para contarlo. Con la mirada fija en la nada, el rostro cansado, con esfuerzo describiéndola, cito: “…no es como la pintan, es como una de las calaveritas de los “muertitos”, alta, y tiene un vestido largo negro, como de encaje, y no tiene… … - ¿guadaña? – ándale, está entre surcos como en el campo, está ahí, pero nada más te mira, no se mueve ni dice nada…” lo demás es historia, platicamos del valor del tiempo, de proyectos futuros, de la convivencia… se pueden platicar tantas cosas en diez minutos.

Estar en el hospital es desgastante (además de aleccionador) para todos, para el enfermo, para los que guardan del otro lado de la sala, se comprende el origen y el significado original de la palabra “paciente”.


En más o menos párrafos así fue el encuentro de mi padre con la muerte. Hoy iré a comer pescados con él y no, no están invitados.


 
 
 

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