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Cuchillito de palo

  • Foto del escritor: Abram Cantero
    Abram Cantero
  • 27 mar 2015
  • 2 Min. de lectura

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En psicología existe un amplio y basto orbe en cuestión de disfunciones de personalidad, dentro de este campo semántico, existe una que no se encuentra tipificada en las más prestigiadas revistas de psicología, inclusive, podría afirmar con toda seguridad que tampoco se encuentra en el Manual de Personalidades de Rorschach, su toxicidad radica en pasar desapercibida, ya que se alberga en la conciencia colectiva, de ahí que todos hemos sido víctimas o victimarios de ésta, su manifiesto tiene que ver con la conducta de irrumpir en la armonía de los demás, no importando género, raza, o condición social. Los modus operandi varían según la imaginación del que ejecuta esta personalidad, pueden ser: virtual, psicológica, física, o (mi favorita) verbal, esta conducta, es popularmente conocida en México como chingar*, ejercida por muchos y soportada por la parte proporcional del que la practica (para que haya un chingón debe haber alguien a quien chingar), manifestada en pequeñas dosis diarias, se le conoce coloquialmente como chingaquedito, al sujeto que manifiesta esta conducta suele llamárseles “cuchillito de palo” porque no corta, pero ah! como chinga.


En mi caso, padecer esta personalidad combinada con un humor sarcástico puede ser un elemento no estimado por muchos (casi nadie de hecho), en especial para aquellos que no estiman este tipo de humor, la frustración llega cuando no veo rostros que reflejen goce ni plenitud cuando combino estas dos virtudes que la vida me ha dado.


En lo personal le veo muchos beneficios, hay situaciones en las que me vuelvo un experto en la materia, pongo a prueba mis capacidades y yo mismo me sorprendo, especialmente cuando considero que existe algún abuso, por ejemplo, mientras espero mi turno para ser atendido en algún establecimiento y alguien se entremete en la fila, simplemente con toda la tolerancia, tranquilidad y respeto del mundo, arrojo un comentario escueto al aire: “a ver si no se cruza otro gandalla”, acompañado de un suspiro, empiezo a hacer sonidos sorprendentemente incómodos y demás comentarios a fin de incomodar su aprovechamiento. Actitud de ganar – ganar: desahogo mi rabia no directamente con alguien, y él pues, se queda con la satisfacción de haber sido atendido según su urgencia. No me voy a quedar desempleado ni me voy a quedar calvo por perder un turno, peor sería ponerme como energúmeno a discutir algo sin valor vital como el turno de la fila en el oxxo.


Pero no tiene nada de qué preocuparse apreciable lector, que para esta disfunción y otras semejantes costumbres mexicanas existe un tratamiento, aleccionador y definitivo, una terapia consistente en una serie de patadas en la cara, la cantidad es proporcional al grado que tengan que soportar los de su alrededor. Santo remedio que seguirá, definitivamente, con el circulo vicioso que lo llevó a estar en esa situación.


*para mayor información puede consultar el chingonario

https://www.youtube.com/watch?v=T7rOvfGqkgo


 
 
 

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